Mater Gea, la Vieja Tierra, es ahora una roca de barro radioactiva que pulula por el sistema solar, roto y destrozado por las guerras internas. Partes de su interior están expuestas al frío vacío, después de que un gran cataclismo de origen de los llamados «humanos» la hicieran estallar.
Antes de que aquello ocurriera, antes de la Última Guerra, olvidada en su nombre y sus contendientes, pero no en su letal espíritu de total aniquilación, millones de aquellos «humanos» ya salieron en busca de otros lugares donde asentarse, lugares donde se habían asentado en colonias en lo profundo del Ultra Sidera.
Y una parte de ellos hizo una parada táctica en una luna de Saturnalis, acondicionada para la vida hacía cientos de años. Llevaban con ellos tesoros y reliquias del pasado, los elementos que sabían que necesitarían para su futuro: su propio pasado.
Una carga que protegieron con sus vidas: contenedores llenos de sapiencia antigua, con restos de lo que pudieron recuperar tras años de esfuerzo, durante la Era del Saqueo, en uno de los estertores de Mater Gea. Fue el momento en que se sabía que el planeta había muerto definitivamente pero potencias contendientes querían aun así gobernar en ese barro hecho con tierra y sangre y se dedicaban a la mutua y entusiasta aniquilación. Algunos quisieron poner a salvo los restos de las civilizaciones anteriores, y entonces fue cuando surgieron los Buscadores, que lo aglutinaban todo en grandes arcas que más tarde se lanzarían al espacio, cuando la destrucción fuera inminente.
Un mes matergeano antes de la explosión de la primera Aniquiladora de Mundos (cuyo secreto pareció haberse perdido en el tiempo y la distancia), los Buscadores dejaron de buscar. Se pusieron sus capas aislantes de peregrinos, y partieron al espacio.
Su primera parada fue la luna de Saturnalia, después, se organizaron en naves todos lo que se consideraban que tenían un común objetivo y se lanzaron al espacio profundo.
Cuando la última nave partió y sus motores brillaron, azules y verdes antes del impulso que los lanzaría por el espacio y el tiempo entre las estrellas, Mater Gea estalló.
Aquella primera peregrinación se llamó De Profundis. En aquellas veinte naves que se desplazaron los primeros proto-Aquilenios. No se consideraron así hasta que trascendió entre ellos lo sucedido en el mundo muerto de Punia.
Punia era un mundo yermo que orbitaba una estrella casi extinguida y que latía con frías pulsaciones.
Allí, entre sus restos, en un anfiteatro olvidado, en un planeta cubierto de cenizas y tumbas, se habló durante trescientos dias matergeanos. Y, en un viejo pebetero de piedra (que luego se llevaron), nació Aquilenia, del juramento de sangre de cinco tribus fundadoras, que empeñaron su palabra, su ser y su existencia a creer un nuevo concepto una forma de organizar la vida y la existencia del ser humano para convertirse en los Vitae.
En esos trescientos días pactaron. Pactaron que, después del estudio del pasado al que sometieron todo lo encontrado por los Buscadores, en las arcas de las naves, dejarían atrás los múltiples idiomas hablados en Mater Gea y crearían el suyo propio emanado de su pasado, y que el Scholarium evolucionó a sus necesidades, dejando el espacio y las reglas suficientes para adaptarse aún más en un futuro.
La arcana historia fue ocultada tras miles de datos, pero sí se enseñó el origen de los Aquilenios, se habló de los desastres de la falta de civilización, se habló de los vitae débiles que surgen de los tiempos tranquilos y de cómo vertebrar la sociedad gracias a los estudios y las palabras sabias de múltiples filósofos casi olvidados. Plathon, Caesar, Marcus Avrelius, Nitzch, Hein-Lein, y otros muchos.
Se aprobó entre ese primer Senator la forma de estructurar la vida, la política y las relaciones. Fue un duro ejercicio de cuestionarlo todo para crear una civilización que pudiera sobrevivir en la oscuridad del espacio. No se obligó a nadie a aceptarla, pero los que lo hicieron fueron considerados los primeros Aquilenios, y conformaron las llamadas Primeras Tribus, y rápidamente se estructuraron conforme al ideal Aquilenio. Ideal que aún tuvo que mutar, pues optaron por la flexibilidad frente a la rigidez, para poder evolucionar frente a lo que el Sidera les deparaba. Y lo que les deparó.
En cuanto a las obras que llevaban consigo todas se copiaron y trasladaron a cada una de las naves de las Cinco Tribus. Algunas de las otras Tribus vieron ventajas en ayudar a los Aquilenios, y, poco a poco, decidieron sumarse cuando vieron la viabilidad de su organización, de su filosofía de vida, de la formación y de cómo evolucionaron como civilización.
Esta filosofía y esta vida tuvo mucho que ver con su carácter de preregrinos, y pasaron aún varios cientos de años de viajes incesantes en las naves hasta que llegaron al Sistema Aquilenio. Varias de esas naves se perdieron, por ataques, por rebeldía de sus habitantes que se hicieron con el control, por accidentes, y una de ellas por una enfermedad desconocida que la asoló entera y que la condenó a ser una nave tifoidea que, finalmente, fue dirigida hacia una estrella, y en ella se perdió una de las valiosísimas Arcas.
Hubo enfrentamientos, luchas, atravesaron espacios salvajes y pelearon contra civilizaciones gerionianas, algunas que casi los aniquilan. Se forjaron las Leyendas Heróicas, que forma parte de la educación de todo Aquilenio, que es capaz de recitar sus gestas.
Dos mil años después llegaron al Sistema Cthonico. Un lugar duro que habitaron por espacio de mil años y donde se sucedieron sangrientos eventos que tuvieron que ver con las Oleadas Gerionianas en la llamada Centuria Trágica. Estos eventos hicieron que los aquilenios mantuvieran en adelante una fuerte animadversión a los contactos gerionianos.
Analizando el coste de la permanencia en ese sistema, los aquilenios partieron doscientos años después del primer milenio cthónico hacia, de nuevo, el Ultra Sidera, dejando solo planetas silenciosos y edificios arrasados por la guerra y las tormentas solares del sistema. Más tarde serían poblados por otros matergeanos: los Tauros.
Llegaron hasta el que sería el Sector Aquilenio cinco mil años después de su partida del sistema matergeano. No hablaban otro idioma que el aquilenio y el del comercio. De los ocho planetas, tres parecían perfectos para la vida y se hicieron patrullas y reconocimientos durante varios decenios antes de asentar las primeras colonias y volver a instalar el pebetero del Juramento y el Aquila.