Yo estuve allí cuando todo ardió. Ellos lo llamaron guerra, yo lo llamo masacre. Porque no es una guerra cuando bombardeas, exterminas y arrasas con todo lo que hay sin una sola palabra por unos hechos que jamás se probaron. Pero qué voy a saber ego, tulo? Ego solo soy un novo, un novosector, un habitante de los cilindros. Cuando los cilindros eran nuestro hogar…
Ahora, desde la muerte decimatia de los míos, cuando los que llegaron desde el Aquila mataron a uno de cada diez aleatoriamente, como castigo, después de destruirlo todo… menos las estructuras que les interesaban, solo soy un desarraigado. Alguien preso de la ira, que cada noche sangra para los dioses más oscuros. No, no sus lares, ni sus penates, ni sus Ahura Mitras ni nada de eso. No. Solo juro una y otra vez venganza.
Antes tenía un nombre. Lo escribí una última vez en el polvo de Sarania, un asteroide capturado por mi cilindro para su explotación. Desde él cinco de nosotros vimos cómo todo era arrasado, porque estábamos minando el lugar cuando llegaron los destructores.
Desde allí vimos el dolor y la muerte, desde el polvo del espacio contemplamos cómo la estación era tomada, cómo la Garra desembarcaba a fuego y plasma y arrasaba con las viviendas y edificios de comunicaciones, entre otros. Todo control, borrado, toda resistencia, aplastada. Eso hace la Garra, eso hace Aquilenia: no crece nada tras su paso si hay resistencia, no hay límites para su venganza, no se conoce nada que los detenga cuando han empezado su misión.
Los motivos ya son lo de menos. Sí, escuché el exordio, sí, escuché sus razones. Mientras mi mundo ardía y los refugiados morían. No lloré cuando los planetas empezaron a desestabilizarse y a reventar: eso era lo que tenía que ocurrir. Solo espero mi momento. No soy nadie, soy un filo en la oscuridad, un filo irregular y truculento que busca su víctima.
Me infiltré entre los oscuros refugiados de las últimas peregrinatio. Solo un ingeniero, o un minero, un refugiado, nadie. Un embozado más en su propia desgracia.
Viajé hasta las colonias de Olympus mientras los aquilenios de las Tribus celebraban su nuevo hogar que yo ya veía que escondía secretos. ¿Qué cómo lo sé? Porque todo en Aquilenia parte de un secreto anterior, un secreto siempre más oscuro y vergonzoso. Desde que se huyó de Sagrada Mater Gea todo va de secreto en secreto.
Pero los Filos aprendimos algo: aprendimos el arte del Silentium. Algunos de nosotros estuvimos en las Fuerzas Auxiliares de la Garra. Los Novos teníamos ventajas tras un periodo de servicio, como todo lo que pasa por la Garra en Aquilenia. Y aunque no éramos tropas de combate no podían impedir que aprendiéramos al margen de la formación y entrenamiento que nos daban. Algunos, los que destacábamos fuimos destinados a equipos clandestinos, equipos sin honor, grupos que debían hacer lo que el Honor aquilenio les impedía… formalmente, al menos. Y como con todo, fueron desechados. Sí, les dieron el estipendio, y yo pude montar mi empresa minera en el Novosector. Hasta que la invadieron y tomaron para ellos.
Los Filos nos reunimos en Sallus, la luna moribunda, desde la que se veía Aquila Prima colapsar, estallar. Allí nos juramentamos, allí dimos un propósito a nuestros filos, que sacamos de su letargo oscuro, de donde los habíamos enterrado, simbólicamente, en este cementerio donde se enterraba a los nuestros, los que caían en acción (y aquellos que podían ser recuperados, claro). Juramos sobre sus huesos que aquello no quedaría impune. Trazamos nuestros planes y nos separamos, como la metralla de una bomba.
No sé dónde están mis compañeros, mis sombras, pues los Filos somos la sombra de los demás. Nos mantenemos alejados de las redes pegajosas del Obscurus, sabemos de su ponzoña… aunque si nos resultan útiles… es posible que hagamos algo, que los… utilicemos. Ya se verá.
¡Qué bonito es Olympus prime…! Orbitando alrededor de su colorido gigante gaseoso, mientras da vueltas a un sol amarillo que proporciona luz y calor.
Como muchos llevo la capucha puesta porque no quiero que me dé el nuevo sol hasta haberme acostumbrado. Soy un embozado más en sus calles, llenas de ellos. Mi vello facial ornado con dos tachones de la Garra evita que nadie se fije demasiado ni en mi envergadura ni en mi caminar, más cuidadoso de la media, evitando sus sistemas de vigilancia civil.
¿Mi arma? Es sencillo. Está dentro de mí. Es un filo que puede hacerse hasta monomolecular, y que puedo hacer aparecer en cualquier parte de mi cuerpo a través de mis nanos, uno nanos que, cortesía de los silos negros de la Garra, es de la más alta tecnología y absolutamente no solo ilegal sino también experimental. Puedo sacar un filo por mis manos y empuñarlo, por cualquier parte de mi piel. Decidimos usarlo como el instrumento de nuestra venganza. Solo una vez, en el aniversario de la masacre nos reunimos y ponemos en común los planes.
No, no somos unos anarquistas idiotas que quieren acabar con un gobierno, ni pretendemos derrocar al Aquila. Eso sería inviable, tiene demasiados mecanismos para sobrevivir. Queremos a los responsables de la masacre. Nosotros no mataremos a inocentes, solo a aquellos que consintieron en masacrar a una tribu entera para esconder sus propios secretos. Y ya que estamos, airearlos. A los aquilenios hay que recordarles muchas veces que su tranquilidad, su forma de vivir, tiene un coste muy alto, por encima de las pérdidas de la Garra. El coste de guardar sus propios monstruos debajo de las camas.
Es una mañana como otra cualquiera, el sol brilla, y mi objetivo, vestida de blanco, con una larga casaca, tres guardianes, un psicofante y una secretaria avanza por la calle principal de Olympus Prime. Ella no es el blanco, la alta patricia Ludmilla de la Tribu Tormentor, no es mi blanco. Lo es su segunda, Alcea, de la casa Tormentor, su prima. Ella estuvo en la reunión y ejerció el voto que condenó a las familias novosectoras a reunirse con el polvo. Ella tuvo la idea de esclavizar a los supervivientes de la tribu que seleccionaron según sus intereses en «reparación» por esa afrenta que nunca se produjo.
Lo más interesante de un caso como el que nos ocupa es que cuando hay una amenaza la cobertura se ejerce sobre la persona más importante. Alguien que ha estado en las sombras, conspirando, no tiene esa cobertura.
Sí, os he dicho que los Filos somos independientes, pero podemos actuar en conjunto si la situación lo requiere.
En esta amplia avenida peatonal, donde hay fuentes, bonitas plantas exóticas, aves extrañas que trinan y gorjean por esta calle abovedada donde los viandantes pueden quedar saturados de tanta belleza, con los templos y los monumentos a la peregrinación, a la Garra y los pequeños teatros tanto físicos como de proyección holográfica a la que son tan aficionados.
Una gran pantalla flotante da las noticias de los canales oficiales a la que te puedes conectar con tu propio voxcom para escucharlo mientras varios monolitos publicitarios ofrecen sus productos altamente personalizados, sobre todo si lee tus canales abiertos, asegurándose de ofrecerte aquello que necesitas.
Eso no ocurre cuando ellas pasan: son lecturas en blanco altamente codificadas, igual que sus guardianes. Ni en mi caso, ya que ofrezco una nube confusa de información. Si no saliera nada, un buen guardián me detectaría por la ausencia de lectura. Y los Filos no dejamos nada al azar.
Veo hacia dónde van. El edificio del Strategium está al fondo, a más de un estadio. Han decidido darse un buen paseo, así se lucen, así dejan a los aquilenios ver que los altos patricios también se relacionan, y hasta caminan por la calle, tengan o no puesto activo en el Senator. Claro que sí que caminan. Sobre todo cuando te custodia un pequeño ejército. Esos tres guardianes tienen armaduras tácticas bajo la ropa que los pueden convertir en algo solo un poco inferior a un tanque lanzadera de la Garra. Trajes Ursus CAV 5. Tecnología militar. La tribu nos tiene mucho aprecio, sí. La cuestión es superar esa barrera y aislar a mi blanco. Pero la ventaja de que vaya junto a uno muy custodiado es que todo lo que ocurra siempre parecerá dirigido a la cabeza más valiosa.
No estoy solo, claro que no. Hay más como yo, ya os lo he dicho… pero no nos dejamos ver. Las instrucciones que he emitido me proporcionarán la cobertura que necesito para realizar mi misión pero desaparecerán cuando esto acabe y la niebla se haya disipado. Sí, niebla. De eso va…
Me he entretenido mucho, estoy esperando a que el grueso de la gente desaparezca, porque hay un grupo de infantes que no quiero que vean más de lo necesario. No digo “nada”, digo “más de lo necesario”.
Todo sucede en una fracción. La fuente cercana empieza a soltar un extraño humo, denso, una pared neblinosa impenetrable a la vista. Mis spectris ya están preparados. Debo alabar la capacidad de los guardianes. Estos lictores personales forman en triángulo protegiendo perfectamente a la altopatricia. Aislando a mi blanco. De inmediato la agarro con una mano desde su punto ciego, las agujas que emergen por la palma de mi mano incapacitan sus nervios y la cubro con una capa mimética. Mis sicas atacan al grupo para darme más cobertura mientras me mezclo con el gentío y mi presa. El psicofante está en el suelo, llorando. Sus nanos no lo han protegido del agente irritante que lleva la niebla, no son tan buenos.
Cuando la niebla se disipe ellos habrán desaparecido, los guardianes estarán buscando el origen de los disparos y el foenikiam a nuestro servicio que se coló en la red para alterar las aguas de la fuente y no dejar rastro después se habrá desvanecido en el tráfico de la Púlsar.
Dentro de un par de horas encontrarán a la secretaria en una calle aledaña con nuestra marca en la frente, el cerebro vaciado, los ojos en blanco porque el escaneador es tan potente que los quema, y su cuerpo, su cascarón, sentado en el suelo con la garganta rajada.
Somos los Filos. Vosotros nos creasteis. Estamos tras vosotros, y no olvidamos. Ni perdonamos.